Muchas empresas han llevado a cabo en muy poco tiempo procesos de transformación, principalmente relacionados con la digitalización, estructura, cultura y las relaciones laborales que, en otro momento, podría haber durado años. El trabajo del futuro ya es hoy, y vemos que el contexto actual nos motiva a identificar cuáles y cómo serán las nuevas formas de trabajo, que afectan no sólo al trabajo sino a la manera de vivir de las personas -y entre las que es necesario encontrar un equilibrio-.
Las nuevas formas de trabajo irrumpen en las empresas influenciadas por diferentes factores como la transformación digital, la extensión del teletrabajo, el desarrollo de las metodologías de trabajo Agile, la incorporación al mercado laboral de nuevas generaciones, la necesidad de mantener vivos los valores y el propósito de la empresa en una plantilla que no está en la oficina o el desarrollo de culturas corporativas y estilos de liderazgo que empoderan a los empleados.
Estos cambios aterrizan en estructuras organizativas flexibles y horizontales, una nueva fuerza laboral más autónoma y nómada que trabaja en red y nuevas dinámicas de trabajo colaborativas, flexibles e incluso más informales.
El espacio de trabajo no es ajeno a todos estos cambios; es el escenario donde todo esto ocurre, un facilitador de todos estos procesos de transformación.
No existen los límites en las nuevas formas de trabajo
Gracias a la tecnología y a esas nuevas culturas corporativas menos “paternalistas”, hoy podemos trabajar desde cualquier lugar y en cualquier momento, colaborar en remoto con equipos que están a miles de kilómetros y participar en un congreso sin movernos de nuestra silla. No necesitamos un despacho para trabajar y menos aún cuando los trabajadores del conocimiento son cada día más nómadas; trabajan por proyectos. Ni siquiera necesitamos un puesto de trabajo asignado; elegimos el espacio donde trabajar según la actividad que vamos a realizar.
Además, con cada generación de jóvenes vemos cómo se desligan más los límites entre vida privada y laboral: el presencialismo y las largas jornadas de trabajo se difuminan en pro de la libertad personal y de la autonomía sobre el patrón laboral.
Todo esto genera una brecha en los conceptos tradicionales del trabajo y que nos lleva hacia las nuevas formas de trabajo: La ubicación física deja de importar, deja de ser un factor limitante y se habla ya de la “gig economy”, como cuenta este artículo del diario ABC, que “es aquella donde las empresas podrán tener un porcentaje significativo de profesionales cualificados, con los que se vincula por razón de proyecto, no por contrato laboral”. Se estima que en Reino Unido el 75% de las plantillas estarán formadas por este tipo de profesionales.
Dirigir desde la confianza
En todo este proceso cobra gran importancia para cualquier directivo su capacidad de integrar equipos diversos y en remoto, así como motivarlos para un siguiente nuevo proyecto. Ahí está su valor añadido. Además, el trabajo a distancia va a acelerar que, para cada tarea, se identifiquen roles y se clarifique quién hace qué: quién o quiénes realizan la tarea, quién toma la decisión y responde por ella…
Sin embargo, el trabajo a distancia también entraña riesgos para la cultura corporativa. Perder el día a día de los trabajadores hace que desaparezcan el propósito y los valores de la compañía. Para evitarlo, es importante fortalecer los grupos de trabajo y potenciar la redarquía frente a la jerarquía tradicional. Además de contar con un espacio laboral que nos ayude a anclar ese sentimiento de marca y comunidad.
Una oficina multiusos para el trabajador nómada
Aunque el trabajo en remoto se está consolidando a gran velocidad, es un hecho que la oficina como espacio en el que compartir ideas no va a desaparecer. La experiencia persona a persona es deseable y para llevarla a cabo son necesarios espacios que fomenten lo experiencial por encima de las tareas repetitivas que pueden tener lugar fuera de la oficina.
Tal como explica Covadonga G. Quintana, socia directora de plug&go, “Si nos planteamos para qué vamos realmente a la oficina -que no podamos hacer en cualquier otro sitio-, vemos que vamos a la oficina para tres cosas: propósito, crear comunidad y conexión. Porque es difícil conectar propósito y ADN de la compañía a través de una plataforma digital, es muy difícil conectar y crear ese vínculo emocional con el equipo en una plataforma digital y es muy difícil la conexión con otros partners o el networking”. Es por esto que es necesario repensar el uso que damos al espacio de las oficinas, incluyendo menos puestos y más espacios para grupos de trabajo.
Las nuevas tecnologías son grandes aliadas cuando existen reuniones o conferencias que pueden realizarse de manera online, pero no pueden sustituir la experiencia de intercambiar ideas de manera presencial.
Esto hace que la oficina a la que habitualmente asistíamos, en la que contábamos con un puesto asignado y zonas de reunión, pase a ser un área de trabajo multiusos, para distintos momentos y propósitos, en la que el espacio estará definido por la actividad que deban realizar las personas, y serán estas quienes se desplacen por el edificio en función de la tarea que deban realizar.