El gurú del management Tom Peters, en su libro ¡Re-imagina!, ya decía en 2006 lo siguiente: “En el siglo XIX se produjeron más cambios que en los 900 años anteriores, y solamente en los primeros cinco años del siglo XX se dieron más cambios que todos los habidos en el alocado siglo XIX. ¿Qué podemos esperar ahora del siglo XXI? Esos cambios de antaño nos parecen tortugas. La empresa de ayer no sirve hoy; el trabajador de ayer ya no funciona. Todo, absolutamente todo, está cambiando a una velocidad sin precedentes. ¿Te asusta? Tranquilízate. Aprovéchalo. En la turbulencia, en ese caos y ese desorden, se esconden grandes oportunidades: enormes e inimaginables oportunidades. Es cuestión de querer alcanzarlas, de poner todo el entusiasmo para hacerlo. Es cuestión de reinventarse”.
Así es en el ámbito de la arquitectura corporativa. El entorno actual obliga a las empresas a replantearse sus culturas y estructuras tradicionales, y también las ideas sobre lo que son sus oficinas. ¡Todo se transforma!
Los viejos espacios de trabajo se han quedado obsoletos porque no facilitan las nuevas dinámicas laborales ni son capaces de extraer lo mejor de sus personas, al no poder atender todas sus necesidades.
La “nueva normalidad” nos está haciendo reevaluar cómo usamos la oficina y lo que realmente queremos conseguir en ella.
La pregunta relevante en las empresas hoy día es: ¿está tu lugar de trabajo alineado con el nuevo mundo laboral? Y, añadimos: ¿El mismo nuevo modelo de oficina es una solución universal para todas las organizaciones?
Muchas organizaciones y personas cambian porque es obligado adaptarse. Y se adaptan simplemente modificando la forma o la apariencia.
Frente a este enfoque estático y superficial del cambio para sobrevivir, es necesario una visión dinámica y consciente del cambio, para transformarse y crear oportunidades a partir de los desafíos del aprendizaje de la situación actual y las pasadas.
Propósito, comunidad y conexión
Nuestra experiencia como facilitadores del cambio (plug&go), nos ha permitido desarrollar una metodología propia basada en el “Moonshot thinking” que integra al espacio de trabajo como un dinamizador y facilitador de estos procesos de transformación, a la par que una herramienta de inspiración donde albergar el propósito, la comunidad y la conexión.
En cada proyecto, nos planteamos el qué y el por qué de las cosas y no el para qué: ¿Qué clúster de perfiles hay en la empresa? ¿Cuáles son los objetivos de negocio a medio plazo? ¿Qué modelo de liderazgo buscamos? ¿Qué integración intergeneracional queremos?
Por lo tanto, un cambio capaz de incrementar bienestar y productividad se produce cuando además de conocer los qué(s), profundizamos en relaciones, actividad, hábitos y lo conectamos con el propósito. Y cada empresa debe hacerlo de forma diferente porque “una empresa es una comunidad de humanos”, como afirma Tom Peters, con quien hemos comenzado este artículo.
Según Peters, tras la pandemia “estamos probando y experimentando porque no sabemos qué pasará. Pero sí sabemos que, ante semejante cambio, las personas deben estar primero, incluso más que antes”. “Preocúpate por la abuela de tu subordinado y seguramente pierdas su dedicación de los próximos cuatro días, pero ganes los siguientes 14 años”, añade Tom Peters.
En este nuevo entorno y ante las nuevas demandas de los trabajadores, las oficinas necesitan un nuevo propósito, que además sitúe a las personas en su centro. Los lugares de trabajo deben convertirse en espacios que promuevan la colaboración y el sentimiento de comunidad, en los que la gente disfrute trabajando y que reflejen los valores corporativos.