En los últimos dos años, se han confirmado y acelerado unas tendencias que intentan resolver el conflicto entre culturas corporativas tradicionales y otras políticas de gestión de personas más flexibles, transparentes y horizontales. Se han confirmado también los beneficios de los modelos de trabajo flexibles y basados en la confianza. Y del smart working o el “trabaja cuándo y donde quieras”. El reto está en integrar lo mejor de la presencialidad y del trabajo en remoto.
La pandemia ha dado un gran impulso a la flexibilidad, no solo enfocada a la conciliación del empleado, sino también como un concepto de trabajo que favorece su productividad.
Como dice Tomás Pereda, responsable Red de Empresas en Fundación máshumano: “Se han confrontado dos modelos antagónicos, dos cosmovisiones opuestas respecto al valor de la confianza y del sentido de responsabilidad individual, apareciendo de nuevo el liderazgo como esa habilidad creadora o destructora, de liberar lo mejor o peor de nuestra naturaleza humana”.
El teletrabajo no ha dejado de ser una cuestión meramente anecdótica. Lo realmente importante ha sido que ha saltado por los aires el paradigma tradicional del “command & control” sobre la actividad laboral de las personas, basado en la desconfianza, afirma.
El nuevo contexto ha puesto a prueba no solo el negocio de las organizaciones, sino también su parte más humana, relacionada con sus valores y su propósito. “Las compañías que logren realizar una correcta gestión de la situación y de sus personas, y que además gestionen la comunicación con sus públicos externos e internos de manera correcta, saldrán reforzadas y serán mejor valoradas».
«La experiencia de esta crisis ha puesto de manifiesto el valor de la coherencia entre las declaraciones de propósito y valores con la experiencia real de los stakeholders, habiéndose sometido a prueba, como un auténtico test de estrés”, señala el informe Human Smart Working.
Según este mismo informe, uno de los aspectos positivos que nos ha dejado la crisis es que las compañías han reaccionado con decisión, agilidad y eficacia, para ayudar a las personas. “Por un lado, numerosas empresas se han embarcado en acciones de RSC externas para ayudar en la crisis, poniendo a disposición de la sociedad numerosos recursos”.
Por otro lado, han mirado más que nunca hacia dentro, hacia sus empleados. “Y ambas cosas han hecho que se valore la autenticidad y sinceridad de las empresas y de sus líderes, al ponerse de manifiesto cuáles se preocupan por las personas de verdad y cuáles no”.
Todo hace pensar que las organizaciones están caminando hacia una cultura corporativa que coloca a la persona en el centro de la organización, y que valora las habilidades más humanas como la creatividad, la resolución de problemas complejos, la resiliencia o el pensamiento crítico, por ejemplo.
Esta nueva cultura necesita un nuevo estilo de liderazgo; líderes preocupados por sus personas, atendiendo a criterios como la diversidad, la flexibilidad, la autonomía, la gestión de la desconexión digital y el fomento del trabajo colaborativo. Y, por supuesto, en el contexto de una gestión diferente de la comunicación interna.
Desafíos de los nuevos entornos de trabajo: la experiencia del empleado y la comunidad
Los retos en los nuevos entornos de trabajo, son tratar de asegurar la mejor experiencia del empleado y reproducir en los nuevos escenarios híbridos el modelo de comunidad. Saber transmitir los valores y la cultura de la empresa, para generar compromiso en los equipos, estén donde estén.
La cultura y los valores son el alma de las compañías. El desafío está en cómo hacerlos visibles en un ecosistema de menor presencialidad que no es tan facilitador. Aquí, será fundamental el papel de los líderes, y también el de los espacios de trabajo y su capacidad para conectar a las personas y a estas con el propósito y la marca, pero evolucionando hacia un modelo en el que el trabajador es el que decide cuándo va la oficina; cómo y dónde trabaja para desempeñar mejor su actividad.
Los espacios de oficina están ya transformando su diseño buscando una mayor flexibilidad para convertirse en el ágora común donde se fomente la comunión de ideas y aprendizajes, y donde se “vivan” la cultura y los valores de la empresa.
El desafío va de crear organizaciones atractivas y mostrarlas, así también, internamente.