A finales de los años 1800, el ingeniero estadounidense Frederick Taylor diseñó las primeras oficinas de planta abierta buscando la mayor eficiencia y eliminar el desperdicio económico.
Este formato de planta abierta dominó el diseño de oficinas durante el siglo pasado, pero hoy ya ha quedado relegado. Las nuevas culturas organizacionales, las dinámicas de trabajo actuales y sobre todo los perfiles profesionales del siglo XXI necesitan otro tipo de espacio.
El reto de las oficinas de hoy es atender a la flexibilidad laboral, la necesidad de crear comunidad y respirar marca en un espacio compartido y especialmente a los roles profesionales actuales, algunos nómadas: diseñador web, desarrollador de aplicaciones, experto en big data… Por nombrar solo algunos. Y que sustituyen al contable y administrativo, las dos figuras protagonistas de las oficinas de décadas anteriores.
A diferencia de esos trabajadores, los profesionales actuales demandan espacios flexibles propicios que los ayuden a realizar su actividad. Una actividad que en muchas ocasiones no pueden hacer fuera de la oficina, bien porque no cuentan con un espacio que les permita concentrarse o porque -en el escenario opuesto- ese trabajo requiere de una colaboración presencial con sus compañeros, por ejemplo. Así, las oficinas incluyen hoy diferentes tipologías de espacios, desde cabinas insonorizadas hasta espacios en formato ágora o áreas informales.
Sin olvidar el eje “tecnología”, hoy más importante que nunca, porque por primera vez en la historia se ha consolidado en todas las compañías el concepto de empleado remoto, que no está físicamente pero está tan presente como aquellos otros que lo están.
Nuevos espacios corporativos, el fin de un paradigma
Por ello se habla del fin de un paradigma, y de un nuevo modelo laboral híbrido en el que es la persona la que elige desde dónde quiere trabajar. Ya no va a la oficina porque tiene que hacerlo, sino que acude a ella porque quiere hacerlo.
Las oficinas cambiaron a espacios multipropósito ya en el año 2000, tras unas décadas en las que predominó la configuración de “cubo”. Las salas de juegos, cafeterías y las áreas de soft seating, por ejemplo, se asociaron al principio al entorno tecnológico de Silicon Valley, pero hoy ya son comunes en empresas de cualquier dimensión, sector y ubicación.
Diseñando el espacio según perfiles profesionales
Para que estos modelos puedan implementarse exitosamente es preciso que se den dos condiciones: impulsar una cultura organizacional diferente a la tradicional, más horizontal, flexible y transparente.
Un 84% de directivos a nivel global considera que la cultura posee una importancia muy elevada como impulsor o como obstáculo para llevar a cabo una transformación de modelo de negocio. Así lo pone de relieve el estudio Transformation & Leadership – beyond the new normal, realizado por Kingsley Gate Partners.
Un 55% opina que es necesario llevar a cabo un cambio en el liderazgo de la organización orientado a fortalecer aquellas capacidades esenciales que favorezcan la transformación.
La segunda condición es contar con un entorno laboral que los facilite e inspire. De ahí la importancia de diseñar el espacio de trabajo según perfiles; es decir, pensando en las personas.
Más allá de las tendencias, la identidad de una empresa y sus perfiles nos dice qué arquitectura corporativa necesita.
Por ejemplo, en plug&go seguimos viendo, como diseñadores de espacios, a muchas compañías adoptar el teletrabajo de forma idéntica entre empleados.
Pero, ¿qué sentido tiene esto? Hay perfiles que no necesitan la localización para el desempeño de su trabajo ni para construir el orgullo de pertenencia. Otros, sin embargo, sí necesitan un lugar común donde poder reunirse con socios, clientes y equipos porque necesitan del grupo para crear, negociar o innovar. Y también para sentirse bien y alcanzar el equilibrio emocional.
Es por este motivo que los espacios corporativos son cada vez más experienciales, más comunes y más híbridos, aunque su forma de usarlos dependerá de cada clúster, de cada perfil. Y será un grave error que apliquemos fórmulas porcentuales presenciales.
Las empresas tienen que olvidar el viejo esquema de m2 por puesto de trabajo que reclamaban para optimizar la capacidad. Hoy, el concepto es otro.
La necesidad de crear cultura corporativa, atraer y retener talento, convierte la oficina en un lugar destino donde se va a hacer lo que el trabajo en remoto no puede dar: comunidad, sentimiento de pertenencia e identidad colectiva.
El concepto de espacio propio desaparece y se establecen espacios compartidos donde se prioriza la interacción face to face, dejando lo operativo y rutinario para lo remoto.
Nos encontramos ante una gran oportunidad para avanzar hacia una mejor gestión del talento y una nueva manera de interpretar los espacios laborales, más humana, experiencial, inclusiva y sostenible.